Tonadilla
Introducción
Yo, señores,
algún día
me reía
del amor,
de los hombres
me burlaba,
y gastaba
buen humor.
Un lorito
que tenía
merecía
mi afición,
y en cuidarle
y halagarle
sólo hallaba
diversión.
Pero tuvo el pobre loro
un galán competidor,
que envidioso se empeñaba
en robarle mi favor.
Logré un día la fortuna
de llegar en ocasión
que el amante a mi lorito
le cantaba esta canción.
Mas ¡con qué alma, con qué chiste!
(Queriditos, atención),
que el amante a mi lorito
le cantaba esta canción.
Canzoneta
Ya que tu feliz estrella
de humana voz te dotó,
y ya que te envidio yo
el hablar con tu ama bella,
loro, loro,
dila, dila que la adoro.
Cuando en su brazo te posas,
cuando la pluma te sienta,
y buscando el piojo, tienta
con sus manos cariñosas,
loro, loro,
dila, dila que la adoro.
Con tu mal mi mal conviene,
gracias al vendado dios;
que ella es dueño de los dos,
y a los dos presos nos tiene.
Loro, loro,
dila, dila que la adoro.
Desde aquel mismo instante
(confieso mi flaqueza)
yo no sé qué tristeza
me entró en el corazón.
Tan distraída andaba,
que al lorito querido
no daba, por olvido,
ni almuerzo ni lección.
Ya de la jaula
no lo sacaba;
ya la patita
no le pedía;
cuando él me hablaba,
no respondía
(¡caso bien raro!);
me parecía
que se explicaba
mucho más claro,
más expedito
el señorito
de la canción.
Él es ya el dueño
de mi albedrío,
que todo el ceño,
todo el desvío
poco duró,
y el señor mío
logró su empeño,
que al pobre loro
le desbancó.
¡Qué fortuna, qué mudanza!
Oigan todos (¡atención!).
Si el amor toma venganza
de quien ama lo que yo.
Seguidillas
Cuando está un pecho esquivo
más descuidado,
Capadillo le arroja
mejor flechazo.
¡Ah!... ¡Ah... que aquí le siento!
¡Oh!... ¡Oh... buen escarmiento
para la incauta niña
que tierna se encariña
con un perrito,
con un lorito,
con un monito
o un pajarito!...
¡Pobre inocente!
Ya verá que no es esto
lo que amor quiere.
Porque es seguro
que el amor siempre clama
por lo que es suyo.
¡Ah!... ¡Ah... que aquí le siento!
¡Oh!... ¡Oh... buen escarmiento, etc.
Introducción
Yo, señores,
algún día
me reía
del amor,
de los hombres
me burlaba,
y gastaba
buen humor.
Un lorito
que tenía
merecía
mi afición,
y en cuidarle
y halagarle
sólo hallaba
diversión.
Pero tuvo el pobre loro
un galán competidor,
que envidioso se empeñaba
en robarle mi favor.
Logré un día la fortuna
de llegar en ocasión
que el amante a mi lorito
le cantaba esta canción.
Mas ¡con qué alma, con qué chiste!
(Queriditos, atención),
que el amante a mi lorito
le cantaba esta canción.
Canzoneta
Ya que tu feliz estrella
de humana voz te dotó,
y ya que te envidio yo
el hablar con tu ama bella,
loro, loro,
dila, dila que la adoro.
Cuando en su brazo te posas,
cuando la pluma te sienta,
y buscando el piojo, tienta
con sus manos cariñosas,
loro, loro,
dila, dila que la adoro.
Con tu mal mi mal conviene,
gracias al vendado dios;
que ella es dueño de los dos,
y a los dos presos nos tiene.
Loro, loro,
dila, dila que la adoro.
Desde aquel mismo instante
(confieso mi flaqueza)
yo no sé qué tristeza
me entró en el corazón.
Tan distraída andaba,
que al lorito querido
no daba, por olvido,
ni almuerzo ni lección.
Ya de la jaula
no lo sacaba;
ya la patita
no le pedía;
cuando él me hablaba,
no respondía
(¡caso bien raro!);
me parecía
que se explicaba
mucho más claro,
más expedito
el señorito
de la canción.
Él es ya el dueño
de mi albedrío,
que todo el ceño,
todo el desvío
poco duró,
y el señor mío
logró su empeño,
que al pobre loro
le desbancó.
¡Qué fortuna, qué mudanza!
Oigan todos (¡atención!).
Si el amor toma venganza
de quien ama lo que yo.
Seguidillas
Cuando está un pecho esquivo
más descuidado,
Capadillo le arroja
mejor flechazo.
¡Ah!... ¡Ah... que aquí le siento!
¡Oh!... ¡Oh... buen escarmiento
para la incauta niña
que tierna se encariña
con un perrito,
con un lorito,
con un monito
o un pajarito!...
¡Pobre inocente!
Ya verá que no es esto
lo que amor quiere.
Porque es seguro
que el amor siempre clama
por lo que es suyo.
¡Ah!... ¡Ah... que aquí le siento!
¡Oh!... ¡Oh... buen escarmiento, etc.