Anacreóntica VI de Tomás de Iriarte

Con motivo de otra que un poeta había escrito a una dama muy aficionada a dos pájaros canarios.


Las inocentes aves
que halagas y sustentas,
cuantos cariños logran,
tantos celos despiertan.
Islas Afortunadas
llaman la patria de ellas,
y tú las haces dignas
del nombre de su tierra.
No es mucho que un amante
que sabe, hermosa Celia,
lo que valen tus gracias
Y tus caricias tiernas,
envidie los favores
que tan ingrata niegas
a quien más los merece
porque más los aprecia.
No es mucho si otras aves
que la fama celebra
quisieran ser canarios
sólo por ser de Celia.
Aquel hermoso cisne
bajo cuya apariencia
Júpiter mismo quiso
enamorar a Leda;
las palomas que a Venus
por los aires pasean,
desde Amatunte a Pafos,
desde Chipre a Citera;
el águila que a Jove
el sacro rayo lleva,
y el pavón a quien Juno
honra con preferencia,
lo renunciaran todo
por gozar tus finezas;
que en deleite ganaran
Y en honor no perdieran.
Crezcan tus pajarillos,
y su música exceda
a la música varia
de suave Filomena.
Lo que en amor te deben,
lo que en halago y fiestas,
te paguen en aplausos
de sonora cadencia.
Paguen, sí, como suelen
los sensibles poetas,
en acentos de Apolo
de Cupido las deudas.
Mas ¡ay, que el canto ronco
de mi musa, no diestra,
en vano a sus gorjeos
hoy compararse intenta!
Ellos sí que merecen
que afable los atiendas;
ellos, y el cantor dulce
que envidió tus ternezas.
Paréceme que escucho
de su lira en las cuerdas
imitados los ecos
del verso, en que pondera
el latino Catulo
las gracias y excelencias
del pájaro pulido
delicias de su Lesbia.
Un poeta elegante
Celia obtuvo como ella,
y aunque a sus dos canarios
él tanta envidia tenga,
yo mucho más le envidio
la dichosa licencia
de ser nuevo Catulo
de aquesta Lesbia nueva.
 

Most Reading